En una necesidad de transmitir mi opinión sobre tan buen cuento, de dar a conocer como llegue a las puertas de un glorioso mundo, un mundo tan mágico como real, he decidido escribir este comentario, esperando que sea de mucho interés por parte de ustedes mis lectores. Quiero que a través de las siguientes líneas vean como un “simple” cuento puede cambiar tu manera de ver las cosas. Quiero que conozcan como fue mi camino a las puertas de ese mundo, un camino lleno de empujones por parte de mi profesora, mis amigos, la sociedad, los críticos, los medios, etc. Mi apatía por caminarlo, poco a poco se convirtió en ganas de correrlo, ganas alimentadas por la imagen lejana de ese mundo que iba magnificándose con cada paso que daba, ese mundo que cual hechizado no pude dejar de acercármele.
Este cuento me gusta muchísimo, revela a nuestros sentidos y corazones el vivir de las personas de ese “mundo”. Conserva esa manera tan bella y armoniosa propia de Gabriel García Márquez de narrar los sucesos más simples de cada historia, los detalles más minúsculos, transportando al lector al espacio y tiempo en que se desarrollan los hechos, haciéndolo sentir la humedad del aire, el calor de las doce del medio día, el olor del humo de la locomotora, llegando a sumergir al lector en un mar de realidad mágica, siempre complementando esto con interesantes, entretenidos e incluso controversiales temas, cargados de mucha realidad.
Al leer “La siesta del martes” por primera vez, sin lugar a dudas me cautivo, mágicamente me encanto. Sin embargo estos sentimientos se vieron opacados por los sentimientos venideros, sentimientos que toman vida de lo majestuoso que se puede encontrar en el contexto externo de esta obra.
En las “vacaciones” obligadas por nuestros directivos de la U de A, como por cosas del destino descubrí una colección de Gabriel García Márquez en la casa de mi novia, entre esos libros “Cien años de soledad”. Decidí leerlo, quizás motivado por la fascinación causada por el cuento “La siesta del martes”. Una vez empecé no pude parar de leerlo; poco a poco me hice camino y llegue a macondo.
Durante mi visita a macondo escuche de una señora llamada Rebeca, viuda de José Arcadio hijo de José Arcadio Buendía (uno de los fundadores de macondo). De la señora Rebeca se comentaban cosas, de esos comentarios el que más me llamo la atención, fue uno, el cual decía que había matado a un supuesto ladrón que quería adentrarse en su casa a robar, inmediatamente me vino a mi ese reportaje de la prensa titulado “La siesta del martes” el cual contaba la historia de una señora que va a visitar la tumba de su hijo Carlos Centeno, que fue dado de baja, por la dueña de la casa donde él quería robar, y que casualmente esta señora que le propino un disparo certero se llamaba Rebeca.
Decidí salir de macondo y volví a leer el cuento “La siesta del martes” enfocándome más en la parte donde describían a la señora que mató al ladrón, esa lectura cuidadosa aumento mucho más mi sospecha de que las dos Rebecas eran la misma persona. Luego partiendo de comentarios y lecturas que había tenido previamente sobre “Cien años de soledad” donde se decía que este era el final de una saga de novelas escritas por Gabriel García Márquez, inicie una investigación en internet.
En mi búsqueda encontré que el cuento “La siesta del martes” hace parte de una novela llamada “Los funerales de mamá grande”. “Los funerales de mamá grande” es una obra de ocho cuentos escritos por Gabriel García Márquez, entre dichos cuentos se encuentran: La siesta del martes, Un día de estos, En este pueblo no hay ladrones, La prodigiosa tarde de Baltazar, La viuda de Montiel, Un día después del sábado, Rosas artificiales y finalmente Los funerales de mamá grande, del cual toma su título el libro. Además encontré que “Los funerales de mamá grande” hace parte de la serie literaria que tiene fin en la tan prestigiosa obra “Cien años de soledad”, lo cual me llevo a concluir sin lugar a dudas que la Rebeca de “Cien años de soledad” es la misma Rebeca de “La siesta del martes”, que el pueblo donde es dado de baja Carlos Centeno, es el mismo pueblo fundado por aquel grupo de personas del cual hacían parte José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán.
Seguí investigando y encontré varios análisis sobre las obras de Gabriel García Márquez que reafirmaron mi conclusión, pues lo toman como un hecho. Cabe aclarar que aunque el texto “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo” se escribió después de “Cien años de soledad” el final de la saga, sigue siendo “Cien años de soledad”, ya que “Cien años de soledad” marca el inicio y final, de macondo y toda su historia.
Anteriormente sentía mucha admiración por este escritor, pero una admiración que solo se basaba en sus logros alcanzados, elogios de expertos en literatura, y en la admiración que despertaba éste en personas cercanas a mí, pero ahora que he sentido y vivido su obra no tengo palabras para describir lo que se siente vivirla.
El cuento “La siesta del martes” por si solo me parece un gran cuento, por lo detallado de las escenas, por los múltiples mensajes que el autor da a percibir, desde cómo era un viaje en tren en esa época, algunas costumbres de la costa norte colombiana, los sentimientos de una madre que ha perdido su hijo, y quizás el más importante incitar a la gente a pensar que es “bueno” y que es “malo” y lo relativo que pueden ser estos conceptos, todo esto analizándolo desde el contexto interno y externo de la obra.
Pero lo asombroso, lo magnifico y glorioso de este cuento se percibe con mayor fuerza cuando se analiza como una pieza más de una obra total, como una pieza de una composición literaria más compleja, una pieza que por sí misma es una joya, y que junto con otras piezas igual o más brillantes dan vida a un pueblo, a unos personajes… a algo mágico.
Gran parte de la admiración que siento por este artista y su obra total, radica en que como costeño que vivió las zonas rurales de nuestra costa norte colombiana, pienso y siento que expone todo ese vivir tal y cual se vive, con su realidad y su magia. Al leer cada línea siento estar en mi tierra, trae a mi mente recuerdos de mi infancia, siento estar en cada espacio y tiempo descrito por el autor.
Por lo anterior es fácil comprender porque me gusta este cuento, e incluso pasa a ser algo obvio. Sorprendente si es, que personas que jamás han conocido nuestra costa norte colombiana, después de leer este cuento, sepan que es tomar un tren en la costa, sientan el calor de nuestro sol costeño, e incluso crean haber visitado alguno de nuestros macondos.
Además de ser literariamente mágico, trata temas muy reales, temas muy profundos. Da a pensar sobre la relatividad de las cosas, como puede ser de relativo el bien, como es el amor de una madre hacia un hijo, y como se puede perder la vida por una necesidad vital… sobrevivir.
Este cuento es y será muy importante para mí. Este cuento fue la puerta de mi conciencia a un mundo que viví, a un mundo que, como yo, muchos aun estando sumergidos en el no lo reconocieron. Gracias a este cuento he aprendido a ver lo mágico en las cosas simples de nuestra realidad.